Un amigo viaja a Japón unas semanas. Se le ha hecho tarde, así que va a comprar de cena algún alimento en una konbini cerca de su hotel. Elige unos chocolates y una manzana. La manzana está perfectamente envuelta en una preciosa bolsa de plástico. Cada onza de chocolate del pack tiene su propio envoltorio, y todas las onzas se ordenan en una bandeja que se recubre por otra bolsita con animales impresos. Un colorido lazo corona la matrioska de embalajes que, me explica, hacen que comer el dulce se convierta no tanto en algo alimenticio como en toda una experiencia. Seguir leyendo «La riquísima cultura del packaging japonés está destruyendo el medio ambiente»