Rescatan el sitio arqueológico de La Montesita, en Aguascalientes

Salvamento. El arqueólogo Gilberto Pérez Roldán explica que de no intervenir la zona por primera vez en 2011, ésta hubiera desaparecido hace dos años a causa del saqueo. Los sitios del norte de México están siendo asaltados. Buscan entierros para extraer las piezas que consideran valiosas como las figurillas

Arqueólogos de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP) y de la Universidad de Valencia, España, rescatan el sitio La Montesita, ubicado en el municipio de Asientos, Aguascalientes, en donde las evidencias de 24 huesos trabajados y la construcción de cien viviendas con fogones que datan del 600 al 900 d.C., demuestran que en Aridoamérica no sólo existieron sequías y cazadores-recolectores, también se cosechó maíz, se produjo la nixtamalización y se establecieron al menos, 200 personas.

“La Montesita se encuentra en lo que se denomina la frontera mesoamericana del norte, esto es importante porque nos genera varias preguntas. La gran problemática con el norte es la presencia de cazadores-recolectores y de un ambiente muy seco, entonces se ha dicho que en estas regiones secas no hubo desarrollo de la agricultura, en particular del maíz”, destaca el arqueólogo Gilberto Pérez Roldán.

El especialista de la UASLP también explica que de no intervenir el sitio por primera vez en 2011, éste hubiera desaparecido hace dos años a causa del saqueo.

“El sitio sufre un enorme saqueo. Los sitios del norte de México están siendo saqueados, lo que hacen es buscar entierros y extraer las piezas que consideran valiosas, como las figurillas. Si no interveníamos, La Montesita desaparecía”, señala Pérez Roldán.

Los trabajos en esta área de Aguascalientes iniciaron cuando los arqueólogos recibieron una llamada telefónica de denuncia por saqueo, entonces la UASLP planteó el rescate del sitio, mismo que iniciaron en 2011 y que actualmente continúa.

“Cuando empezamos a excavar, lo primero que encontramos fue alta presencia de puntas de proyectil de diferentes grupos, lo sabemos por la enorme diversidad de la materia y de las formas, es decir, teníamos puntas muy antiguas de hace 7 mil años y puntas recientes de los chichimecas. Esto habla de una enorme ocupación en superficie”, comenta.

Otra evidencia de la larga ocupación en La Montesita es la presencia de pintura rupestre en una oquedad que los expertos llaman La Cueva.

“Vemos pinturas rupestres en su interior y alrededor de todo el Cerro de Montesita, tenemos siete paneles con pintura. No se han estudiado a detalle, pero en 2015 se hizo un análisis general de ellas y se observaron motivos geométricos, figuras antropomorfas, representaciones zoomorfas y figuras abstractas”, precisa la arqueóloga Kenia Herrera Buenrostro.

Después de estos registros, los arqueólogos mexicanos y españoles notaron que del año 500 al 900  d.C. el área recibió mayor presencia de humedad, lo que favoreció a los grupos migrantes que se establecieron ahí.

“Encontraron un buen nicho para realizar agricultura. Son grupos, al parecer migratorios, que vieron un valle con riachuelos, con arroyos de temporal y crearon pequeñas fosas paras captar el agua. Hoy la más profunda que vemos en el sitio tiene dos metros de profundidad”, precisa Pérez Roldán.

Estos grupos, añade, cosecharon maíz y establecieron lazos comerciales con la cultura chalchihuite de Zacatecas, Durango y parte de Jalisco.

“En el año 900 d.C. hubo un cambio climático en la zona y la agricultura ya no fue rentable para estos grupos. Calculamos que había alrededor de 100 casas o unidades habitacionales, es decir que la población oscilaba entre 100 o 200 personas en este sitio”, señala el arqueólogo.

En esas casas, agrega, detectaron la presencia de fogones, dormitorios y patios centrales con alta concentración de carbonatos de calcio que indican la preparación de alimentos, entre ellos, posiblemente la nixtamalización.

ENTIERROS Y HUESOS. En el sitio arqueológico La Montesita, los expertos hallaron el entierro de dos niñas, así como fragmentos de cerámica, lítica, obsidiana y huesos de animales trabajados.

“El único entierro que tenemos en el sitio corresponde a dos niñas que estaban asociadas a una estructura. Se recuperaron sus restos y se identificaron como mujeres de 6 años y 3 meses de edad aproximadamente. La de 6 años cuyo cráneo estaba completo, presentó una deformación tabular erecta, así como indicios de desnutrición”, detalla Herrera Buenrostro.

Sobre los huesos trabajados, el arqueólogo Gilberto Pérez Roldán expresa que es el primer sitio donde no hay presencia de hueso humano trabajado, ya que los hallados corresponden a animales de la zona.

“Identificamos 24 huesos trabajados que pertenecen a las siguientes especies: siete ciervos (Cervidae), 14 venados cola blanca (Odocaolleus virginianus), dos liebres (Lepus sp) y una especie de conejo serrano (Sylvilagus floridanus) que está asociado a los llanos y a los lugares favorecidos por la agricultura”.

Los huesos trabajados que predominan son los de venados, añade, con la parte ósea de las patas los pobladores de La Montesita elaboraron punzones y en algunos casos, hirvieron el hueso, y en otros, lo asaron.

“Estos huesos también fueron transformados en cinceles, perforadores que se usaron para manufacturar otros objetos, retocadores empleados en la lítica de pedernal, retocadores que sirvieron para darle el acabado o sacarle filo a los cuchillos y puntas, y los percutores que eran para golpear la piedra de pedernal u obsidiana e ir modificando la materia y dándole forma”, indica.

Como parte de los trabajos, los arqueólogos realizaron un experimento con yuca y el sílex local. “Los punzones con puntas planas sirvieron para desfibrar las yucas y el resultado fueron cuerdas o hilos muy finos que suelen tener una textura parecida al algodón. Quizá este tipo de materiales sirvió de sustitución del algodón, aunque aún tenemos que verificar ese planteamiento”, comentó el experto.

Los arqueólogos que participan en estos trabajos de investigación son: Gilberto Roldán Pérez, Kenia Herrera Buenrostro y Niklas Schulze de la UASLP, y Marta Blasco Martín, de la Universidad de Valencia, España.

Fuente: La Crónica/Reyna Paz Avendaño

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