Anabelle 2: La creación, otra vez con los mismos terrores

El cineasta malayo James Wan apareció en el 2004 con su filme Saw (el primero de la saga), que se convirtió en un fenómeno del cine de terror a nivel mundial gracias a su estilo que mezclaba el sadismo con una creatividad argumental efectiva en la pantalla. Desde entonces el realizador se convirtió en un especialista al momento de generar pánico en el espectador, sobre todo con el manejo de la tensión con cambios bruscos de sonido en medio del silencio, hizo de la incertidumbre una manera efectiva de jugar con la mente.

El éxito de este cineasta lo llevó a ser uno de los más influyentes realizadores del cine de género que consolidó al lanzar otras sagas como La noche del demonio y sobre todo El conjuro, inspirado en las investigaciones de los demonólogos Ed y Lorraine Warren. Su manera de hacer filme se convirtió en una escuela que quiso explotar estas historias de las cuales surgieron otros cineastas como John R. Leonetti, que expandió el mundo de El conjuro con la historia de la muñeca Annabelle (2014) y David F. Sandberg de la cinta Cuando las luces se apagan (2016). Ahora llega a las salas de cine otro spin off de El conjuro con una mirada más al pasado en Annabelle 2: La creación, de Sandberg, en el cual se vuelve a mostrar la influencia de James Wan sin aportar nada novedoso, con un tono y fórmula que ya se siente demasiado gastado.

Como su nombre lo indica, el filme es el acercamiento del cineasta a la imagen terrorífica de la muñeca Annabelle. Varios años después del trágico fallecimiento de su hija, un juguetero que crea muñecas y su mujer acogen en su casa a una enfermera y un grupo de chicas tratando de convertir su casa en un cálido orfanato. Sin embargo, los nuevos inquilinos se convertirán en el objetivo de Annabelle, una muñeca poseída por un ser demoniaco.

Se trata de un filme que anuncia por completo la forma en que va a asustar desde el comienzo de la historia. Una interesante secuencia de presentación de la casa donde habita esta familia que vive en la melancolía de haber perdido a su hija nos lleva por los pasillos, las escaleras, las habitaciones y nos da los detalles suficientes para tratar de enganchar desde el principio al espectador, sin embargo, es demasiado obvio qué esperar de ella. Pausas recurrentes para que aparezca una sombra o un movimiento “no esperado”, con un ruido exorbitado para que el cuerpo de cada persona reaccione por instinto. Uno sabe que algo pasará y el sobresalto es lógico… eso es James Wan a través de Sandberg.

La película goza de un gran diseño de producción sobre la decoración, de la cual se aprecia el esfuerzo por los detalles. Maquetas y muñecas que permiten hermosos encuadres, pero que curiosamente van perdiendo consistencia con el desarrollo de la historia. Los personajes que aparecen no son extraordinarios, pero cumplen en su función de anzuelos para el susto y la atmósfera de cada escena de terror.

La película no arriesga nada, se juega el miedo a la fórmula segura y con ello ya atrapa a un público cautivo del estilo de susto repentino de James Wan. No va más allá del mero entretenimiento que da continuidad a lo ya visto. Es la mera apelación al morbo de aquellos que les gusta saltar de sus asientos.

El cielo esperará

Director: Marie-Castille Mention-Schaar
(Francia, 2016)

La película muestra a dos chicas adolescentes que las circunstancias las orillan a tomar un camino sin retorno a Siria. Una de ellas, Sonia, a punto de reclutarse y realizar atentados terroristas para salvar a su familia y poder llevarlos al paraíso; la otra joven, Melanie, seducida por un chico que conoce en internet y que busca absorberla al fundamentalismo Daech, mientras su madre trata de acercarse a ella. Ésta es una historia que representa a muchas más. Es la lucha por salvar a los jóvenes de ser adoctrinados por aquellos grupos terroristas que venden la idea de que el sacrificio humano es la mejor forma de rendir agradecimiento a Dios y que funciona como operan la mayoría de las células criminales de trata de personas, a través de jóvenes que seducen a las jóvenes para después ser manipuladas. Se trata de un filme que si bien no es tan explícito, sí tiene una fuerza dramática y es fundamental para entender el fenómeno social.

Aquí sigo

Director: Lorenzo Hagerman (México, 2016)

Lorenzo Hagerman es un cinematógrafo con una mirada sensible a la personalidad de los protagonistas que retrata. Su trabajo más reconocido es el de fotografiar Heli, el filme de Amat Escalante que provocó una gran cantidad de reacciones en todo el mundo y que en sus cartas fuertes estaban las impactantes postales del crimen organizado. Hagerman ahora deja el lado social para hablarnos de una película mucho más positiva y esperanzadora como director del documental Aquí sigo, que es una carta de amor a la longevidad. El creativo reunió las reflexiones existenciales de un grupo de ancianos que están a punto de llegar al centenario de vida, quienes comparten sus memorias, sus conflictos, sus recuerdos y su percepción de la vida en casi hora y media de metraje. La película cuenta con un gran equilibrio estético y argumental y es interesante la forma en que se aleja del tema tabú de la enfermedad para concentrarse en la vitalidad de viejos entrañables.

Sieranevada

Director: Cristi Puiu
(Rumania, 2016)

Una película que nos ofrece una mirada antropológica a un día en la historia de una familia rumana que se vuelve un ejercicio sobre la histeria. Han pasado tres días desde el atentado contra Charlie Hebdo y cuarenta de la muerte del padre de Lary, un médico de 40 años. Junto a su esposa Laura, está en camino a una ceremonia religiosa en memoria de su difunto, en la cual un miembro tiene que encarnarlo y encabezar una cena familiar. No obstante, la ceremonia se llena de obstáculos debido a las personalidades y problemas de cada miembro de la familia a las que el director nos hace testigos de una forma casi insoportable. A lo largo de casi tres horas, el director nos muestra que el realismo en el cine puede resultar tedioso. Hace que la realidad en la pantalla sea más hastío que una reflexión sobre las heridas históricas, sobre los temores y frustraciones de los personajes.

Fuente: La Crónica/Ulises Castañeda

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