TUXTEPEC, OAX.- Antes de que el sol se asome, don Enrique sale de su hogar ubicado en Arroyo Choapam y se traslada al campo donde le espera un arduo día de corte de caña; el producto de su cosecha más tarde es molido en el Ingenio Adolfo López Mateos y se transforma en toneladas de azúcar.
Don Enrique es uno más de los cientos de cortadores de caña que se ven a diario en la región de la Cuenca del Papaloapan trabajando bajo el ardiente sol del día y que, pese al cansancio, debe de continuar para obtener un pago a la semana que apenas les alcanza para mantener a las familias.
La jornada
A las cinco de la mañana inicia la jornada para los cortadores, mismos que tras trazar la guarda raya comienzan a quemar la caña y, con machete en mano, se dan a la tarea de cortar los cañales, limpiando la maleza y separando el producto.
Conforme avanza el día van formando los “poños”, con base en el número de estos es el monto que les pagarán al finalizar la semana.

El trabajo es cansado y mal pagado. FOTO: Gil Lira
Los poños son un montón de caña limpia que van formando confrome avanza el corte, mismo que tiene un valor de cinco pesos para el trabajador y su patrón.
“El poño lo pagan a cinco pesos, yo ya llevo 24 poños ahorita”, comenta don Enriquez cerca de las dos de la tarde.
Pese a que el cansancio es mucho y la sed mayor, muchos se soportan con tal de ahorrar unos cuantos pesos, esperando a que llegue la hora de la comida, ya que el día de pago es hasta el domingo.
De panadero a jornalero
Enrique Juan García, con más de sesenta años de edad, lleva tres años trabajando como cortador, luego de que careciera de recursos para invertir en su negocio, ya que anteriormente era panadero.
Con la vista ya cansada, las manos temblorosas, don Enrique se suma al resto de sus compañeros, que con mayor fuerza avanzan un poco más.
En el campo se ven cortadores de todas las edades, incluso niños, pese a que el trabajo infantil no está permitido, más de un menor se ve cortando caña al lado de su padre o hermano.
Vivir de fiado
De acuerdo a las cuentas de don Enrique, a la semana hay quienes ganan cerca de mil a mil 200 pesos, dinero que no alcanza, porque durante la semana van pidiendo fiado para la comida, el agua o el refresco.
Los riesgos son muchos, desde una cortada hasta una mordedura de serpiente, y las atenciones escasas, ya que aquellos que aún no cuenta con la seguridad social deben de acudir de inmediato, con apoyo del cabo al centro de salud más cercano.
“A mi me dijeron que ya estoy asegurado, hasta el momento no lo sé, yo no he podido ir a ver”, comenta mientras deja el machete a un lado para probar sus alimentos, buscando una sombra para cubrirse del ardiente sol.
La jornada no termina hasta las 17 horas, al caer la tarde o hasta culminar el terreno, donde la velocidad de trabajo definirá quién junta más para la comida de la semana.
Luego de terminar la jornada, cada uno toma sus cosas y se aleja dentro de una camioneta, otros se retiran en sus bicicletas o caminando, aquellos que viven más cerca, dispuestos a descansar un rato porque al día siguiente, la jornada se repite.
Fuente: NVI Noticias/Anel Torres